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Fermento y levadura

¿Cuál es el rostro de una comunidad que vive en diáspora? En los rasgos espirituales de la comunidad FRA se encuentran la intuición y el carisma de Elena da Persico. Un carisma vivo para la Iglesia del tercer milenio. Una comunidad que, como la primera comunidad de los Apóstoles, se deja acompañar por María.

 

Siguiendo las huellas de Elena da Persico, la FRA intuye como un don, para ser acogido, custodiado y alimentado, la dimensión contemplativa, la cual no exige salir del mundo, sino permanecer en él al modo del “fermento” y la “levadura” (Mt 13, 33). La contemplación en la acción se realiza habitual y simultáneamente en la escucha de Dios y de los hermanos. Coherentemente, la FRA vive con particular intensidad espiritual y competencia el trabajo, la profesión, el compromiso con la historia, la solidaridad con los pobres, la búsqueda de la justicia, la atención a los signos de los tiempos y la disponibilidad para vivir el “riesgo” cristiano. Y todo esto con una presencia discreta, sin visibilidad, para hacer realidad una convivencia plena con las hermanas y hermanos del propio ámbito de vida. Algunos rasgos significativos de la espiritualidad son:

 

  • la obediencia a la voluntad de Dios;

  • la acción apostólica como respuesta al “sitio” (tengo sed) de Jesús agonizante;

  • el compartir las disposiciones del Buen Pastor;

  • la participación en el misterio de la Iglesia.

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