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La búsqueda vocacional

Mujeres

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Felices de serlo y atravesadas por una sana inquietud, nos preguntamos sobre cómo ser mujer plenamente en medio de los desafíos de nuestro tiempo. Vivimos nuestra cotidianeidad constituida por tiempos de trabajo y de descanso, de oración y de estudio. Creemos que el cuidado de las relaciones humanas en su diversidad, en cada contexto de vida, sea el mejor modo para realizarnos como mujeres y contribuir al crecimiento de la sociedad en la que vivimos.

Fe

Hemos encontrado en las palabras del Señor Jesús la respuesta creíble a las demandas de sentido que la vida nos ha puesto. La relación con Él cultivada en la oración cotidiana y en la escucha de la Palabra, solas o en la experiencia de Iglesia que hemos vivido, es el centro de nuestra vida.

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Pasión por la vida

Nos apasiona la humanidad, la persona sola y las complejas dinámicas de la convivencia social, política y civil. Con entusiasmo nos dedicamos al estudio y a madurar competencias en nuestro trabajo que es el lugar más importante en el cual servimos a la vida y crecemos como personas haciendo fructificar nuestros talentos.

Contemplativas en la acción

Esta es la síntesis de nuestro estilo de vida: la centralidad de la relación con el Señor y la familiaridad con su Evangelio nos permiten cultivar, sobre las experiencias que vamos haciendo, una mirada contemplativa que siempre acoge al otro, se interroga, escucha, y busca mirarlo con la misma mirada que tiene Dios. Con los cuestionamientos que nos pone la vida interrogamos al Evangelio y con las Palabras del Evangelio buscamos la mejor forma de vivir la vida.

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En una búsqueda continua

Este estilo nos mantiene constantemente “en búsqueda”. No tenemos todas las respuestas a las preguntas que nos pone la vida, pero nos confiamos con alegría a las palabras de Jesús y con ellas interpelamos la realidad. Permanecemos, por eso, en un discernimiento continuo de la voluntad de Dios: que no es otra cosa que el Bien posible, para nosotras hoy. ¿Qué opciones nos permiten cuidar y hacer crecer ese bien?

Vocación

Para cada una de nosotras al inicio resonó la invitación del Señor a seguirlo como el único Bien, el amor de la vida, esa perla preciosa que no se quiere perder por nada del mundo. Hemos dicho sí, para siempre, comprometiéndonos a vivir en castidad, pobreza y obediencia en las condiciones comunes de la vida: como la invitación a un baile. ¡Hemos aceptado la invitación!

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Iglesia

Amamos la Iglesia. En ella somos conscientes de que nuestra vocación de consagración laical es fruto del don del bautismo y vive en la comunión con todos los hermanos y hermanas. Por ello nos sentimos Iglesia cuando estamos reunidas en la parroquia o en la diócesis, pero también, y en modo particular, cuando estamos ocupadas en el mundo del trabajo, del estudio, del compromiso social y del voluntariado: allí por vocación nos sentimos enviadas a testimoniar el Evangelio, primeramente con nuestro estilo de vida más que con palabras.

Mundo

El mundo, por lo tanto, en todas sus expresiones, es la casa en la que nos sentimos habitando con plenitud nuestra humanidad, convencidas de que ahí el Señor ya está presente y nos pide amarlo como Él lo ama. Con todos los demás. Vivimos con profesionalismo y competencia, curiosidad y responsabilidad, con particular atención a un estilo de servicio a la persona, al bien común, a las instituciones que hacen crecer condiciones de vida justa y respetuosas del ambiente y de la bondad de la vida.

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Comunità

Cada una de nosotras vive en su propia casa, en su propia ciudad, se mantiene con el propio trabajo, y se compromete en el contexto en el que vive. La comunidad FRA se reúne periódicamente y, si bien, vive en la diáspora, la fraternidad es real y sostiene la vida de cada una con un serio camino formativo, relaciones significativas de pertenencia, afecto y acogida recíproca.

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