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Las decisiones fundamentales

Es la primavera de 1903: Elena tiene poco menos de 34 años.

Comienza espiritualmente un tiempo significativo para Elena y muy rico de actividades: la pasión por la humanidad y la presencia responsable con los acontecimientos de la historia se manifiestan en pequeños y grandes gestos.

En junio de 1904 llega a ser directora de “Azione Muliebre”, que dirigió por más de cuarenta años, “la revista femenina católica - como recuerda Liviana Gazzetta - más leída en el país”. La revista acompaña paso a paso la actividad de la da Persico; no está separada de su vida y expresa su compromiso cultural, social y religioso con la formación, en particular, de las mujeres, en el modo definido por ella como apostolado de las ideas.

Se multiplican las tareas en el campo social, las conferencias, las actividades a favor de la emancipación de la mujer, la participación en las complicaciones de un mundo católico que pasa con fatiga del “non expedit” al compromiso político directo.

Conoce a Giuseppe Toniolo con ocasión de la primera Semana social de los católicos en Pistoia en 1907. Con él nace una amistad y una intensa colaboración, primero en la fundación de la Unión de Mujeres Católicas en apoyo a la Unión Popular (instancia creada entre 1908 y 1909 aunque en una dirección diferente a la proyectada por la da Persico y por Toniolo) y, luego, en continuación, para la preparación de las Semanas Sociales.

Elena trabaja incansablemente en Véneto, Lombardía, Toscana. Los viajes se intensifican.

Es también el tiempo de un creciente compromiso con los estudios sociales, compromiso que pronto se convirtió, diríamos hoy, en actividad de divulgación.

Pero son también los años en los que toma forma su vida espiritual: una de las etapas se da en 1904, con la consagración que Elena hace de sí al Señor en forma privada.

La fuente de su actuar se hace siempre más clara: el habitar en la caridad de Cristo para la cual “la acción externa no es más que una irradiación de ese habitar”.

Los años irán confirmando y definiendo la intuición de una nueva espiritualidad: una vida de consagración, permaneciendo en el mundo, para responder a las múltiples exigencias de la realidad social, con plena libertad de movimiento, sin límites y sin excluir ningún ambiente, adhiriendo a las necesidades del momento. Siempre con una profunda actitud contemplativa que encuentra su formulación sintética en la espiritualidad de la “contemplación en la acción”.

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