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El compromiso social y eclesial

La actividad de Elena es marcadamente poliédrica; está presente operativamente en la vida católica de su tiempo, tanto como para meritar, en su diócesis de Verona, de parte del Cardenal Bacilieri, el afectuoso título de “mi Auxiliar” (1910).

 

Se dedica a la familia, a la escuela, a obras educativas y de reeducación, al mundo de la cultura y del trabajo, al mundo campesino; se vuelca a la animación de los movimientos católicos, sociales, promoviendo iniciativas o prestando colaboración.

 

El suyo no es un correr superficial de una parte a otra sin captar las profundas exigencias, llevada por el activismo o la curiosidad, sino que es el esfuerzo por dar una respuesta auténtica a las necesidades emergentes, buscando suscitar respuestas más orgánicas, de gran aliento, que hagan frente a los problemas en su amplitud, en respuesta a la urgencia de la caridad de Cristo. Escribe a las FRA:

«El habitar en la celda del Sagrado Corazón permite aprender a ser verdaderas apóstolas, adquiriendo una visión más amplia y así abrazar un apostolado más extenso, una mejor intuición respecto de las necesidades individuales y sociales, más seguridad y delicadeza para atenderlas».

En su vida ve profundas convulsiones (basta pensar a la experiencia de las dos guerras mundiales), grandes cambios sociales, culturales y eclesiales (se suceden varios Pontífices, Pío X, Benedicto XV, Pío XI y finalmente, Pío XII). En este contexto la mujer emerge, primero solo en la casa y, luego, trabajadora, electora, política. La da Persico abraza plenamente la línea de la participación social de la mujer y se empeña en ello con la frescura de una inteligencia humilde.

 

Sus obras en el ámbito social son múltiples, pero lejos de distraerse por las variadas actividades, vive en ella una profunda y radical obediencia a la voluntad de Dios, por lo que puede decir:

 

«Estoy aferrada a Él, pero especialmente estoy en la misión donde Él quiere que esté: en el periodismo y en la acción social. Y ambas las debo realizar, por así decir, de rodillas».

 

Es central, en su compromiso social, la defensa de las mujeres y de las trabajadoras. Sus intervenciones son numerosísimas a este respecto. Condenando las restricciones inhumanas en las que viven las empleadas a domicilio, Elena estudia pensando en ellas y promueve las Uniones Profesionales, para sustituir los patronatos demasiado paternalistas. Un ejemplo: se reúne con las numerosas bordadoras de encaje de Burano, las alienta y las insta a fundar su propia Unión Profesional; obra que, luego, se llevará a cabo. Lucha por un salario justo y el descanso festivo; se interesa por los sindicatos, defiende el derecho a huelga (acompañando, por ejemplo, las huelgas de sastres en Turín y Roma), denuncia con valentía los abusos de la clase dominante sin cansarse de exigirle asumir sus responsabilidades (lo que es aún más significativo, si se recuerda su proveniencia de un ambiente noble).

Además del compromiso social, Elena es muy activa en el ámbito cultural y social, donde actúa no solo a través de la Azione Muliebre, sino también a través de convenciones, conferencias y encuentros en varios niveles. Afronta temas diversos, desde los más complejos a los más mínimos. Fue introducida por Toniolo en la Semana Social de 1908. Esta colaboración con el maestro continuó los años que vinieron. La da Persico siguió con mucha atención las diversas ediciones de las Semanas Sociales y gracias a su actividad periodística contribuyó a difundir los contenidos. En su revista se encuentran amplios artículos sobre este tema.

En esta vida entretejida de proyectos, acciones, sacrificios, formas muy diversas de entregarse, toma forma concreta su modo de ser discípula del Señor, en profunda comunión con Él, para responder a las nuevas exigencias de su tiempo, entre las cuales la exigencia de justicia como forma elevada de la caridad.

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