Contemplativas en misión
Como el comerciante del Evangelio que descubre una perla preciosa, va, vende todo lo que tiene y después compra el campo, así quien siente la fuerza y la atracción radical por el Evangelio, permaneciendo en la cotidianidad, puede abrirse a una vida de consagración en la particular forma de la secularidad, buscando y amando el compromiso concreto en la historia.
Se aprende que la vida puede ser plasmada progresivamente por Jesucristo y ser anuncio de la buena noticia del Evangelio en todas las situaciones de la existencia: desde el mundo de la cultura al de la fábrica, desde la Iglesia a los lugares donde los hombres sufren y luchan por la justicia y la paz, o padecen enfermedades.
Desde esta perspectiva, la acción expresa un modo particular de vivir la relación con Dios: es una acción realizada no solo para Él, sino con Él; y la contemplación de Dios llega a ser tan profunda que no puede ser interrumpida ni siquiera por las actividades más exigentes.
La vida es recogimiento en Cristo que es “refugio” de paz y serenidad, “morada” que no saca del mundo, “fuerza” que no aparta de las fatigas y las dificultades, sino que permite cargarlas por amor; “reposo”, porque es un lugar de abandono profundo en Él.
«Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11, 28-30).