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Los íconos de la espiritualidad FRA

La prisa de la Madre de Dios por ir a servir a su prima que necesitaba ayuda, y el anuncio de la resurrección, llevado por la Magdalena a los “hermanos”, en respuesta al «Ve» del Resucitado, expresan la síntesis de una vida en que la dedicación a Dios y a los hermanos se encuentran unidas.

María en el misterio de la Visitación y la Magdalena en la mañana de Pascua son los dos íconos queridos por la espiritualidad FRA, según lo que dicta el evangelio:

 

«En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor”» (Lc 1,39-45).

 

«Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Le dicen ellos: “Mujer, ¿por qué lloras?” Ella les respondió: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.” Dicho esto, se volvió y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.” Jesús le dice: “María.” Ella se vuelve y le dice en hebreo: “Rabbuní” –que quiere decir: “Maestro”–. Le dice Jesús: “Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.” Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: “He visto al Señor” y que había dicho estas palabras» (Jn 20,11-18).

 

La prisa de la Madre de Dios por ir a servir a su prima que necesitaba ayuda, y el anuncio de la resurrección llevado por la Magdalena a los “hermanos”, en respuesta al «Ve» del Resucitado, expresan la síntesis de una vida en que la dedicación a Dios y a los hermanos se encuentran unidas. María va, contemplando el misterio que encierra su vientre; Magdalena deja estallar la alegría de haber encontrado al Señor y da un claro testimonio de ello.

Así puede ser también para quien, imitando a María y a la Magdalena, desea ser apóstola contemplativa, una “visitación viviente”, como decía Elena da Persico.

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